La balada del café triste (Carson McCullers)

La balada del café triste (2017)

Carson McCullers (1917 – 1967)

Seix Barral (Ed. Planeta)

ISBN: 978 – 84 – 322 – 2985 – 5

161 páginas

 

La balada del café triste de Carson McCullers es una selección de relatos editada por Seix Barral, usando el pretexto de la celebración de los cien años de su natalicio, motivo más que suficiente para dar nuevo lustre a una escritora que tiende a ser invisibilizada tras la sombra que producen autores como Hemingway y Faulkner, cosa con la que aparentemente ya batallaba en vida:

«Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner» Carson McCullers.

El mundo literario de McCullers es un mundo extraño; podríamos decir que en él abundan las monstruosidades, las deformaciones, los caracteres curiosos que a pesar de sí mismos resultan verosímiles en su construcción narrativa, sin embargo, limitarlo a eso sería un gran error.

Es cierto que en «La balada del café triste» el cuento (o nouvelle si se quiere) que abre el libro tiene como protagonistas, por un lado, a un deforme jorobado y, por otro, a una mujerona inmensa, dominante, deliberadamente muy poco femenina (en el concepto más tradicional o conservador del término), características físicas que parean con un mundo interior que es imagen de esas mismas deformidades y durezas.

«La balada de un café triste» es el relato de un extraño desaguisado amoroso, con final a mano limpia entre sus contendores, enfrentando lo masculino al vigor femenino, que cuenta la historia de Amelia, la dueña de una tienda de un poblado del sur de Estados Unidos, que se enamora de un jorobado que dice ser su primo y que, con su labia y desparpajo, primero se hace dueño de una parte de la casa de Amelia hasta apropiarse luego no solo de todo el café, sino que de cada uno de los pensamientos de la mujer. Ello hasta que aparece el patibulario exesposo y el relato desencadena en batalla y tragedia. Esta historia, pequeñísima en su anécdota, pone en juego una serie de detalles en sus personajes, dobleces y dificultades, que hacen que la narración crezca en profundidad. Porque este trio de personajes que se nos presentan como supuestamente monstruosos —un jorobado encantador y ladino, una mujerona que no se somete a la hegemonía masculina pero que es doblegada cabalmente por el amor, y un hombre que busca venganza, incapaz de superar su propio pasado y crecer— no están ahí para constituir una fauna amena, sino que son escogidos a postas para producir un profundo quiebre y extrañeza en el lector, el que no es tanto por sus peculiaridades exteriores, que existen, sino que en su comportamiento que no se somete a los márgenes sociales prestablecidos. Son monstruos, no porque puedan ser deformes, sino que porque hay algo en ellos que pugna con la normalidad, desde su carácter profundamente humano por el que sufren y luchan.

«Wunderkind», por su parte, es el relato de una pequeña niña, una niña prodigio tal como indica su título en alemán, que a muy corta edad se revela como un genio del piano. Sin embargo, la narración cuenta el momento exacto en que su maestro nota que aquel genio que antes despuntó en ella se ha esfumado y, más precisamente, cuando ella misma se da cuenta de que jamás llegará a ser una gran pianista y decide abandonar. Este relato enlaza con «El jockey», que consiste en una conversación entre varios hombres del mundo de la hípica, con un jockey como protagonista, que reciente la lesión de un amigo jinete, que lo ha obligado a dejar el oficio. En ambos relatos emerge el fracaso como algo evidente, hay una ruptura, un quiebre en las posibilidades y el fin de un sueño. La monstruosidad no está en los rasgos de sus curiosos personajes, sino en los hechos que les toca vivir, en el fin de algo muy querido.

En «Madame Zilensky y el rey de Finlandia» se nos relata cómo una universidad contrata a una prestigiosa profesora de música para hacer clases, y cómo el profesor que la ha recomendado y gestionado su contratación descubre que es una mentirosa cabal. En «El transeúnte», la narración sigue a un hombre que, con ocasión de la muerte de su padre, vuelve a su antigua ciudad y casualmente se reencuentra con su exesposa. Una cena lo pone junto a ella, en su mesa familiar, y lo hace compartir el día de su cumpleaños con la nueva vida de su exmujer, y ve en ella y en todo lo que ha construido la medida de su propio fracaso sentimental y amoroso. En «Un dilema doméstico» un marido debe lidiar con el peligroso hábito alcohólico de su mujer, y el riesgo latente de que ocurra un accidente grave en su hogar, con sus dos pequeños hijos, mientras no está en casa. Es una historia terrible y hermosa sobre el amor, el engaño y el autoengaño. Esta especie de triada tiene como tema latente la mentira en sus distintas posibilidades: la de la profesora de música, que lo posee en un grado clínico y hasta incluso fuera de sus propias posibilidades de contención, la del hombre que se reúne con su exesposa y miente sobre su propio presente, intentando equiparar su felicidad al de aquel hogar familiar que lo rodea y, finalmente, el del hombre del último relato, donde la mentira fluye en ambas direcciones: a él le miente su mujer alcohólica cuando dice que no ha bebido, que lo dejará por fin, y él mismo se miente cuando dice que la situación es insostenible, pero cierta forma de amor le hace mantenerse junto a esa mujer que se ha vuelto un riesgo para sus pequeños hijos.

El fracaso, la mentira, la monstruosidad no solo como una deformidad sino que como un miedo, como una posibilidad rota, como el choque de frente con el fracaso son las características comunes de estos relatos, que producen con sutileza y de forma acumulativa un desacomodo de la realidad, un quiebre en la estabilidad social desde la que normalmente se sitúan. Se trata, en definitiva, de un rescate necesario, importante, y de una autora que no merece permanecer semioculta en una hipotética segunda línea literaria.

G. Soto A.

Cofundador y administrador de Loqueleímos.com. Autor de "Liquidar al adversario" (2019, Libros de Mentira).

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