Las novelas de Diego Vargas Gaete (1975) han tenido un viaje peculiar. Primero publicó El increíble señor Galgo el 2014 por la Editorial Furtiva en Chile, sin mayor recepción. Ese mismo año publicó La extinción de los coléopteros por Momofuku en Argentina, donde tuvo mejor suerte, tanto entre lectores como en la crítica. Y ahora, este 2016, sin que Vargas Gaete saque todavía algo nuevo, a cada lado de la cordillera se actualiza la oferta y se publica El increíble señor Galgo en Argentina a través de la nueva editorial Marciana (donde comparte sitio con el supuesto nuevo adalid de las letras argentas, Bob Chow), y acá se publica La extinción de los coléopteros vía Emecé.
Es importante aclarar que ambas novelas son parte de un proyecto mayor, que aparentemente será una trilogía, y pueden ser leídas en cualquier orden. Ambas tienen en común muchos rasgos estilísticos que hacen posible reseñarlas juntas. Vargas Gaete suele trabajar sus novelas usando muchos, muchísimos elementos dispares, pero mantienen su unidad en torno a sus personajes principales. Son, podríamos decir, una suerte de biografías delirantes.
“El estilo de los biógrafos es así, lo que les permite unir, formando un todo, porciones independientes, porciones de bordes irregulares”, escribió Virginia Woolf, en Las olas. Y tiene razón, las biografías suelen aglutinar elementos sorprendentes, generan algo así como un caos controlado y, por ende, porque la vida lo es, son un género inevitablemente poético.
El increíble señor Galgo versa sobre un tal Antonio Galgo, temuquense misterioso de quien a lo largo de la novela se afirma que hizo algo importante, o algo terrible, o en cualquier caso algo que cambió el destino de Chile y del mundo (o deberíamos decir que cambiará, ya que muchos capítulos están fechados en años venideros, llegando incluso hasta el año 2610), y sólo sabremos de qué se trata al llegar a las páginas finales del libro. Toda la novela persigue la vida de Galgo mediante una serie de textos laterales, fragmentos de diarios, borradores de novelas basados en ejercicios de pie forzado, artículos de revistas y toda clase de archivos. En estos recursos, también constantes en La extinción, Vargas Gaete recuerda a Bolaño, o mejor dicho al lado Perec de Bolaño.
La extinción… aparentemente fue escrita después que Galgo y creo que amplía el registro de esa novela. Su edición argentina viene con el subtítulo Secretos de un colegio germano al sur de Chile y justamente esos secretos son el vórtice del proyecto de Vargas Gaete. Todo surge de ahí. Las vidas de los dos personajes principales de esta novela —para cada uno de los cuales hay una sección del libro— giran en torno a los hechos sórdidos cometidos por el director en un colegio alemán de Temuco, colegio al que asistió también Antonio Galgo. Es más, los secretos son una materia importante en Vargas Gaete. Esos hechos sórdidos no se explicitan en la novela, apenas se aluden, del mismo modo que aquello que hizo famoso a Antonio Galgo.
Otro punto importante es cómo, al trabajar con tanto secretismo y omisiones, Vargas Gaete consigue darle otro énfasis a los fragmentos, hasta el punto en que se puede decir que aquí los espacios y las páginas en blanco actúan efectivamente como escritura, a diferencia de muchas novelas recientes en que la fragmentación no pasa de ser un recurso para que el libro parezca más largo. De hecho, el notable ejercicio de montaje es una de las fortalezas de estas novelas tan llenas de saltos temporales y de escenas esperpénticas e imaginativas y que, sin embargo, se leen con extrema fluidez. Estamos ante un autor que, caso no muy común, presenta un debut maduro y posiblemente importante.
