Yeguas de Kilimanjaro (Rolando Martínez)

yeguas 3

Yeguas de Kilimanjaro (2015)

Rolando Martínez (1979)

La Liga de la Justicia Ediciones

ISBN: 978-956-9300-08-0

105 páginas

1. Una anécdota. Es sábado. Son las ocho de la noche. Mientras termino de leer Yeguas de Kilimanjaro me llega, en sordina, la plegaria sabatina de una iglesia pentecostal en clave pop: un coro celestial que, en un gesto de desesperada renovación, armoniza sus plegarias con teclados Casio y guitarras Ibanez. El rito religioso –esa eterna nostalgia de lo absolutamente Otro– remasterizado. Hay ahí –pienso– una clave para leer los poemas de Rolando Martínez: el tiempo del capitalismo posindustrial –el turbocapitalismo, en el decir del ridículamente exagerado Lipotevtsky– se devora todo a una velocidad aun más pasmosa que la que temieran los poetas de todas las épocas. De esa velocidad nace la sustancia de estos textos.

2. «Si corren buenos tiempos, la gente bebe y ve porno. Si corren malos tiempos, la gente bebe y ve porno». Las palabras son de Ron Jeremy, y Martínez las coloca en el epígrafe como una suerte de llave para entrar en el texto: casi la totalidad de los poemas llevan por título el nombre de actrices insignes de la industria porno norteamericana, como la legendaria Linda Lovelace (“tenía vientidós años / -quizá menos- / como cualquier chiquilla / anduvo descalza / tuvo sueños: / en una entrevista dijo que chuck traynor / la obligó a inyectarse los pechos / y la silicona le heredó tumores / en sus bellos y menudos bungalows”) o Tracy Lord. Estrellas deslucidas que son al mismo tiempo una ventana a través de la cual observar la historia colectiva y personal, un brillo bajo el cual la pornografía se nos aparece como el signo irremediable de la soledad contemporánea.

3. El Kilimanjaro es una de las montañas más altas de África. Su nombre –se nos dice en el epígrafe de Las nieves de Kilimanjaro de Hemingway–, para la lengua masai, significa La casa de Dios. A la luz de esta referencia cobran sentido los versos iniciales de la propuesta de Martínez: “las veo descender / de una constelación / vestidas de animal print // las veo aterrizar sobre / el lenguaje de un caleidoscopio / como rapsodas del fin del mundo / semejando un río de flequillos que se arrumban”. El texto es, en este sentido, rico en referencias metatextuales que son recicladas en clave porno: desde el “Padre nuestro” hasta los versos de “Despedida” de Jorge Teillier –por nombrar las más evidentes– sirven para este embutido de biografía y cultura pop.

4. Están las fotos, los afiches de esas películas filmadas en Eastmancolor. Si hay algo que hace doblemente atractivo el texto de Martínez es la introducción de las imágenes como un elemento necesario para este diálogo personal con esas viejas películas en VHS. Así, cada poema va acompañado de una pequeña imagen de la felatriz reverenciada. Tributo que al mismo tiempo es coherente con el campo con el que la obra dialoga: imágenes desgastadas cuyos soportes, obsoletos por el vertiginoso movimiento de las tecnologías que los sustentan, van volviéndose paulatinamente obsoletos. Una melancolía cifrada bajo nuevos códigos.

5. Si hubiese que elegir que elegir una banda sonora para Yeguas de Kilimanjaro, habría que intentar una forzada mezcla entre Lovage y el Vaporwave. Música grabada en cintas magnetofónicas cuyo sonido parece salido de una película de terror melancólica hasta el hartazgo. Y es que la estética que el texto propone logra ir más allá de los formatos convencionales de la poesía sin tener que recurrir al tedio metropolitano y apático con que se promociona la Alt Lit. Una obra que, consciente de esa velocidad pasmosa en la que vivimos, va dejando huellas en “cintas magnéticas de viejos VHS / arrumbadas sobre cajas de cartón / perdiendo lentamente su delgada franja de erotismo”.

Jonnathan Opazo

Publicó "Junkopia" (2016), "Cangrejos" (2018), "Baja fidelidad" (2019) y "Cian" (2019).

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