Perro muerto (Boris Quercia)

perro-muertoPerro muerto (2016)

Boris Quercia (1966)

Penguim Random House

ISBN 978-956-9659-26-3

241 páginas

 

Boris Quercia es más bien conocido por su carrera actoral, su vida en el teatro, e incluso por su carrera como director tanto de cine como de televisión que por su incipiente carrera literia. En todos esos aspectos ha cosechado un merecido prestigio. Como escritor posee dos novelas policiales: Santiago Quiñones, tira y la que acá reseñamos. En un mundo pequeño como el de nuestras letras, su obra no ha tenido la misma difusión que la lograda en las otras áreas en que se ha desarrollado y, sin embargo, Perro muerto se nos presenta como una obra primeramente publicada en Francia, donde obtuvo el premio Grand Prix de Littérature Policiere 2016, un lugar donde la Novela Policial evidentemente posee no sólo mayor atención, al punto de tener premios especializados, sino que, mejor todavía, más lectores.

La historia tras Perro muerto es simple y resulta tan actual que casi equivale a ver la primera plana del diario: Santiago Quiñones, detective, se ve envuelto en la investigación de una organización de prostitución que utiliza a niñas recluidas en los centros de menores estatales; sí, una red que se abastece de menores del SENAME, aunque no se lo llega a nombrar directamente así. Santiago Quiñones se entera de manera circunstancial: un colega muerto, su amigo, le hereda información vital del caso en el que trabajaba a escondidas de sus jefaturas, en el que están vinculados altísimos mandos tanto administrativos, como gubernamentales y de las diferentes policías. Como tal, no es un simple caso de corrupción de menores, sino que toda una red de favores y amiguismos, de tráfico de influencias y manos poderosas que se van lavando las unas a las otras. Es un caso horrible por su naturaleza, y lo es especialmente en un momento como este en que idénticas circunstancias parecen salir en la prensa, mostrando sus primeras hebras.

Pero Quiñones, tal como manda el género en su corriente más actual, no es un dechado de detective. Es más bien un cínico, un hombre con conflictos morales, con más ganas de salvarse a sí mismo, a su matrimonio que se ha ido encargando de estropear, que de luchar por aquel intangible que es la justicia.

Yo me conformo con un chacarero y un shop después del trabajo. Para mí esa es toda la ciencia que tiene la existencia. (página 14)

Y, sin embargo, las circunstancias lo van enredando cada vez más. Porque el poder que se oculta tras estos graves hechos sabe que él tiene antecedentes que los pueden delatar y, por ende, van tras él, tratando cada vez de incriminarlo, o simplemente de hacerlo desaparecer del mapa.

El asunto tiene varias complicaciones, por un lado están las mujeres, niñas, involucradas. Hay un par que son testigos claves para sostener la acusación y, sin embargo, son justamente el objetivo principal de este grupo delictual. Por otro lado hay un abogado que también persigue, a su manera, resolver el asunto, el que prontamente también se convertirá en objetivo del grupo. Y es así como, muy a la chilena, cada vez que aparece una forma de atrapar a los malhechores de turno, este grupo enquistado en el poder da un golpe al tablero y hace desaparecer las piezas; juegan sucio, raptan y matan si es necesario, actuando con la seguridad de quien sabe que tiene el poder en sus manos, porque posee vínculosen todos los sectores políticos, lo que lo hace muy fuerte. Incluso la prensa, que podría parecer el lugar de escape a través de la publicidad, también está atada por los dineros que la sustentan

(…) incluyéndome totalmente en este enredo del cual no soy para nada responsable. Pensar que porque uno es tira va a luchar por la justicia es lo mismo que creer que la secretaria de una AFP está preocupada de que la jubilación te alcance para vivir. Un tira no está para hacer cumplir la ley. Un tira está, como casi todo el mundo, para cumplir órdenes, mandatos. (págs. 164, 165)

Es una novela ágil, entretenida, de aquellas que se leen de un tirón, que entre cada giro va enrollándose sobre sí misma, cerrando salidas, transformándose al mismo tiempo en persecución y escape. Su principal virtud es una de aquellas que es requisito en las novelas del estilo: su actualidad, su capacidad para enrostrarnos a todos la sociedad que hemos constituido, que dejamos que se conforme ya sea con nuestros hechos o con nuestra inercia que equivale a no hacer nada. Sus puntos bajos van por sus propias imposibilidades respecto al lugar donde ocurre, en que en un sistema punitivo como el chileno resulte inverosímil que la trama se resuelva con una victoria de los buenos, con la cárcel para los malos, con nuestra justicia que ocurre —así como nuestra democracia— en la medida de lo posible, y, por lo mismo, la novela pareciera rehuir, hacia un final más bien sumario, aquello adonde ha apuntado desde el comienzo: el hecho de ponerle rostro a los culpables, convirtiéndolos en un genérico de “los poderosos” que al final siempre libran a su manera. Quizás por lo mismo es que el autor prefiere recurrir al Dios de la máquina, que sitúa al testigo clave precisa e inopinadamente en el lugar del enfrentamiento final, salvando así el embrollo de un sopetón luego de todo lo que la novela ha construido, como suelen resolverse las Novelas Policiales: balazos y redención.

 

 

G. Soto A.

Cofundador y administrador de Loqueleímos.com. Autor de "Liquidar al adversario" (2019, Libros de Mentira).

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1 Comment

  1. says: Marcela Ortiz

    La novela de Quercia, “Perro Muerto”, está bien escrita y es extraordinariamente fácil de leer. Me enganché más por eso que por el personaje de la saga, el “tira” Santiago Quiñones, y me enganché más por eso (la forma) que por la historia misma. Muy apegada a la realidad, hubiera querido más ficción e imaginación, más alejamiento de los “hechos verdaderos” y un personaje un poco más complejo que Quiñones que, en ocasiones, parece un animalito que sigue sus institntos y se dirige hacia donde hay comida o sexo. El “tira” Quiñones es un personaje extremadamente pobre, vacío, y que se activa cuando le tinca algo, caóticamente y sin dirección alguna. ¿Quiso representar al típico detective chileno, ofreciendo una historia hiperrealista? Bueno, puede ser un logro entonces.

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