Mala poesía (Cristián Brito Villalobos)

Mala poesía

Cristián Brito Villalobos

Editorial Cuarto Propio, 2015

ISBN: 978-956-260-722-3

Páginas 96

 

Hay un recurso muy manido que pretende por medio del auto escarnio, evitar cualquier expectativa positiva por parte del eventual lector. Un título como Mala poesía se inscribe en esa idea, contrariando de entrada al lector, que quizás piense al finalizar el libro, tal como Pohlhammer afirma en el blurb “su mala poesía es tan mala, tan re-que-te-mala, que es una patá en la guata a la estética trascendental”. Acá exagera, como siempre, pero no por ello este poemario no deja de tener momentos altos, en donde Brito consigue alejarse de las formas e imaginario clásico y hace vislumbrar un lirismo brutal, pulido, bien trabajado y pensado.

La Mala Poesía es directa y sencilla cuando inicia, en toda su sección de desamor, de olvido y promesas idas. El hablante está destruido, desvelado y desanimado, “trizado/perdido/perezoso” por una ruptura que se intuye definitiva, que se lee dramática y se siente en la carne abierta del sufriente, pero también en los revolcones cursis y marcos clásicos de este tipo de opacidades:

Yo no te olvido

Y si lo hago

Después se me olvida

Y te sigo amando

Y eso sí que no lo olvido (p. 15)

Allí donde la memoria juega malos pasos, no eliminando los rescoldos que hieren, justo ahí se provoca la vuelta a lo mismo. El enamorado de Brito es un Sísifo que vuelve una y otra vez a enamorarse, incluso sabiendo qué ocurrirá luego. La memoria es un dispositivo cíclico cuya acción no puede prevenir los desastres. La memoria no es la Historia, no es un relato que busca educar y evitar que el error del pasado ocurra nuevamente, sino que es solamente la constancia del suceso.

No. El amor no es lo mío

Me pasa de largo, ignora, ríe y engaña… (p. 31)

 

En cierto sentido, es una propedéutica que no permite anticipar la fuerza de sus poemas posteriores, los dolorosos y los enrabiados.

Lo que hay, más allá de la tristeza sentimental del amor romántico finalizado, es la pesadumbre por la existencia. Uno que tampoco acaba en la muerte, porque esta es demorosa y cuesta trabajo. No es simplemente el dejar de respirar, porque –esto quizás diga Brito– hasta el sufrimiento comporta una labor ardua:

Lloverán lágrimas

habrá discursos

trámites por

cumplir y luego el

fin

 

Cuando el corazón se

detenga y el hombre solo

 

guardado en una

caja sea la

memoria (p. 51)

 

Si en el terreno amoroso la memoria trabaja como constancia de los derrumbes, Mala poesía insiste en ello, dejándola como la caja donde quedarán los restos mortales, el cadáver del hombre genérico. Uno del que surgen otros Sísifos que sufrirán la misma opresión que cualquiera ha sentido.

Brito ha armado un poemario con muy distintos materiales líricos: desde una vertiente sufrida y manidamente cursi, el existencialismo oscuro, y la rabia estructural, el enojo que de base sostiene otra sección. Por lo anterior, Mala poesía es irregular, pero allí donde sabe asestar un golpe lo hace de manera certera, deja aturdido quizás no tanto por la fuerza de las imágenes que evoca sino por el sabor que hacia el final del paladar deja: herrumbre y abulia, cansancios y penas, la vida como una labor sin fin llena de escombros por despejar, por esqueletos que encontrar en los diferentes armarios que recorremos.

La portada de la Mala poesía interpela una vez acabado el libro. Un mendigo apenas vestido duerme tirado bajo el afiche de una exposición titulada “Luces de modernidad”. Y entonces lo meramente anecdótico viene a completar una obra que aunque irregular, cuando logra remontar y envolver lo hace de muy buena manera llevándonos dentro del cuerpo lacerado del indigente que sin techo ni ropa se enfrenta a un mundo apabullante y siempre sorpresivo.

Rodrigo Salgado Boza

Que lean los que quieran. Que escriban los que puedan.

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