Nancy (Bruno Lloret)

Nancy_LloretNancy (2015)

Bruno Lloret (1990)

Editorial Cuneta

ISBN: 978-956-8947-42-2

142 páginas

 

Uno. En el ultra manido Altazor de Huidobro, el poeta anotaba: “¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?/ ¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?”, y  esa pregunta funcionaba como el antecedente de la caída, del descenso vertiginoso que es, suponemos, la historia de la caída del hombre. “¿En qué momento decidiste convertirte en una viuda en vida?”, se pregunta Nancy, protagonista de la primera novela de Bruno Lloret, luego de comprender que su vida marital ha fracasado irremediablemente. La pregunta, en este caso, instala el non plus ultra en la vida de Nancy para, desde ahí, comenzar la narración de su propia caída, de un descenso lento y doloroso poblado de mormones, cristianos de diverso cuño, gitanos, directores de cine ridículamente ambiciosos —la estocada solapada a Jodorowsky es perfecta— y el desierto chileno como el espejo en donde la violencia y el delirio se reflejan.

Dos. Me voy a servir de una referencia bíblica, de las que Lloret se sirve de forma inteligente para ir acompañando a modo de glosas cada uno de los episodios de la novela. En el evangelio de Juan se nos dice: “En el principio era el Verbo”, y el Verbo, para Nancy, aparece en forma de reproche, de herida (pienso en Bertoni: “Es una herida que no se cura:/ haber salido de una): “Tu papá es un maricón. Me casé con otro hombre yo. No me toca hace meses por tu culpa. Olvídate de usar la ropa del clóset: va a estar con llave hasta que aprendái a ser mujer. Cuando naciste pensé que estabái muerta, y ojalá te hubierái muerto”, le dice la madre a Nancy. Su familia se descompone lentamente bajo un sol abrasador y la protagonista encuentra consuelo en su hermano, en la contemplación de un paisaje que es más bien la ruina de un paisaje: “perras criando perritos, botellas vacías, llantas de camión gastadas, escombros, pasto seco, envoltorios de helados, textos escolares, latas de cerveza, aerosoles, cuyes desorientados”.

Tres. Escombros, ruinas: esa imagen puede ser una forma de condensar el itinerario de Nancy: desde la descomposición familiar, el abandono y un despertar sexual temprano, lleno de una candidez que es tal vez uno de los aciertos del autor. Ante la proliferación de novelas —estoy pensando, por ejemplo, en el debut de Álvaro Bley— que intentan captar la cotidianeidad de las ciudades desde voces ficcionales que podrían ser perfectamente ficciones biográficas, Lloret apuesta por el desplazamiento, apostando por una voz femenina que ejecuta a la perfección, sin caer en lugares comunes ni exageraciones de ningún tipo. Nancy es una mujer rota que se ríe desde sus fracturas, que asume el mundo —que no aparece como otra cosa que como un lugar caótico y violento— con un estoicismo envidiable.

Cuatro. Hay algo inevitablemente rulfiano: esos desvaríos, esos diálogos en medio de una espesura en donde las únicas claves para entender el mundo están en las nubes, en las escarpadas laderas de los cerros, en la presencia de un silencio que se lo traga todo y en cuyo seno no queda otra cosa que el pasmo. “Acá nada puede crecer, me dijo. Todo se quema de la pura abundancia. Mucha sal”, le dice el padre (Papá Santo, Papá Ingenuo) a Nancy mientras el viento azota un descampado en Fray Santiago, escenario fundamental al interior de la trama. Los ecos de El llano en llamas aparecen —no hay otra forma— como fantasmas. “San Juan Luvina. Me sonaba a nombre de cielo aquel nombre. Pero aquello  es el purgatorio. Un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros y ya no hay ni quien le ladre al silencio”. La cita es de “Luvina”, cuento que —sospecho—, Lloret leyó más de una vez.

Cinco. Un personaje adorable, imágenes construidas con rigor poético y una historia llena de marcas. La novela está llena de X que van fragmentando la narración, que se desenvuelve entre el tedio y la inocencia perdida, Nancy está llena de pequeños detalles y apuntes sobre la desolación, la religiosidad popular, un país que vacila entre el ensayo y error —u horror—, sembrando monstruos.

Jonnathan Opazo

Publicó "Junkopia" (2016), "Cangrejos" (2018), "Baja fidelidad" (2019) y "Cian" (2019).

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