Las ventajas de ser invisible (Stephen Chbosky)

Reseña enviada por:

Belén Ladaga

The perks of being a wallflower (1999)

Stephen Chbosky (1970)

Alfaguara Juvenil

ISBN: 9789563474329

261 páginas

Las ventajas de ser invisible o como se titula en su idioma original: The perks of being a wallflower, es un libro que ha suscitado un notable interés en el público juvenil. Corto, de fácil lectura y con temas que parecen tocar de lleno lo que sucede en la vida diaria, las expectativas fueron muy altas al comenzar a leerlo.

Una vez finalizado, ya no quedaba nada más que la sensación de haber perdido el tiempo al leer el libro. ¿Por qué?

Las ventajas de ser invisible es una novela escrita en primera persona. Charlie, el personaje principal, abre las puertas de su mundo al lector a través de un estilo de escritura fácil e ingenuo. Escribe en forma de cartas dedicadas a un remitente cuya identidad es desconocida, asegurando que todos los nombres que utiliza son simplemente apodos puestos para no poner en compromiso a los reales personajes de la historia.

A simple vista, Charlie parece un chico simpático y buena onda. Un chico más bien callado, el típico compañero sentado en el fondo del aula que caya pero escucha, y escucha muy bien.

Sin embargo, más entrada la lectura, es el propio personaje de Charlie el que hace de la novela una historia inverosímil y poco atractiva.

Uno de los grandes problemas es el desfase que se muestra entre la edad de Charlie, quien dice ser un adolescente, y sus conocimientos. Trata con cierta ingenuidad algunos temas que sin dudas a su edad no son desconocidos, y luego salta a temas de mayor relevancia, como la droga, sin tener un término medio.

Su voz y forma de pensar lo convierten en un personaje desfasado entre la edad que aparenta y la edad que en realidad tiene.

También es arriesgado y exagerado el recurso de presentar a Charlie como una “buena persona”. A lo largo del libro, el personaje se muestra como alguien que no juzga, que no pregunta, que acepta y quiere sin prejuicios. Dicho de esta manera parece encantador, pero su bondad raya en el delicado límite que existe entre bondad y bobería. Es un tema que no está logrado del todo; la ingenuidad del personaje, si bien se ve, falla.

Otro de los grandes problemas advertidos en este libro, es la necesidad de abarcar temas extremadamente delicados dentro del período de la adolescencia, tales como la droga, el aborto, las relaciones violentas, etcétera. Todo esto se junta en una novela relativamente corta y su intento por abarcarlos hace que se toquen todos los temas, pero ninguno con la profundidad requerida al tratar tan delicados acontecimientos.

Tal vez si se hubiera limitado al tratamiento de un único tema, la seriedad habría sido algo resaltable y se podría haber ahondado más en el sentimiento y en las consecuencias y causas de dicho problema. Pero al tratar tan por encima las temáticas graves, de algún modo se las “romantiza” y se las transforma en hechos menores que se dan por sentado que sucederán en la vida de todo adolescente.

Pero al final, en el epílogo, Charlie abre con una carta personal dedicada al lector. Sus palabras llegan al corazón y, pese a haber sentido que el libro era una pérdida de tiempo, provoca una sonrisa. Y ahí está la clave: Charlie le habla a una persona que no conoce, le asegura que las cosas mejoran, que todo al final saldrá bien. Da una palabra de aliento, un voto de fe.

Esta novela luego llevada al cine tuvo amplio éxito entre los jóvenes, lo que me hace preguntarme qué es lo que queremos encontrar a la hora de leer. ¿No será que necesitamos alguien que nos asegure que todo, al final, saldrá bien? ¿No será que necesitamos alguien que tenga confianza en nosotros?

Charlie lo hace. Y eso funciona.