La noche que tuvimos (Miguel Suazo Neira)


Reseña remitida por:
Joaquín Pérez
La noche que tuvimos (2006)
Imprenta MAIVIC
Miguel Suazo Neira
43 páginas
Precio referencial $4000
“Si no te hubieras ido,
y aún tu boca pronunciara mi nombre,
sólo te pediría
que pronunciaras mi nombre
como antes.”
(Epígrafe)
            En esta cruzada unipersonal a la hemos comprometido nuestra voluntad, vamos a rescatar desde su aparente anonimato otra obra del poeta urbano Miguel Suazo Neira, quien desde su propia trinchera ha escrito verdaderas joyas al espíritu humano. En este caso tenemos el pequeño libro de poemas “La noche que tuvimos”, el cual recorre la experiencia amorosa del hablante durante una noche, en cuarenta poemas cortos pero de una profunda intimidad.
            En su estilo, el autor nos pone de entrada en un juego entre el  lenguaje y la literatura, ya que resulta curioso que el tiempo que se recorre dentro del poema sea de solo una noche y los poemas hayan sido escritos, como su autor lo menciona al final del libro, en “Santiago, enero, febrero, marzo… de 2006”. Ciertamente que allí hay mucha de la ironía propia del autor y que el lector puede verla exacerbada en “Notas, comentarios y algunos poemas”.
            Cada poema refleja la propia vida del autor, no suponiendo necesariamente que el personaje de estas fogosas experiencias sea el mismo quien las escribe. Nos referimos precisamente a que los poemas hacen una analogía interesante entre la acción sexual y las fuerzas de la naturaleza propias del sur de Chile; y claro, siendo su autor un escritor de la frontera, sus principales referencias no podrían nacer de otra parte:
“Ya vendrá el vendaval, el telúrico gozo
que endurecerá los músculos dormidos,
para sacar de las vasijas fuego.” (Poema 11)
“La boca tuya con la mía cantan,
tu bosque negro con el mío danzan
y violenta es a veces la estampida
con que termina la feliz jornada” (Poema 13)
“Me gusta versarte ahí,
donde los ríos nacen,
escarbando entre la oscura hierba.
siento que estamos cerca,
que nadie nos escucha,
y el sonoro latir de la ventisca
amenaza con aguas quejumbrosas.” (Poema 30)
            Este último poema nos habla de otro elemento importante de este libro: existe la presencia de un placer por parte del hombre y un deseo por el acto sexual, dos aspectos que van de la mano y no separadas. Probablemente uno pueda encontrar en narradores uno u otro elemento, exacerbado o insinuándolo, pero generalmente uno. Aquí vemos que el hablante lírico goza, sufre, anhela y mira con nostalgia el cuerpo femenino, lo relaciona con la naturaleza indomable, con la furia y el encanto que puede entregar:
“Te he llamado cientos de veces
y no contestas.
Cómo me gustaría
que por un segundo respondieras
sólo para recordar
aquella noche de estrellas que rodaban
por tus acantilados sudorosos
y por aquello labios que estilaban
susurros.”(Poema 38)
            Hay por lo tanto un recorrido innato, un viaje, entre el Poema 1 que comienza… “recuerdo la primera vez/entre lo árboles. Tu, quejándote, /y yo disparando flechas araucanas/ como si fuera la última batalla” para terminar con un sencillo “y eso es todo, amor, por esta noche,/ por este día que recién comienza. (…) Lo que fue, dulce y trágico,/ resbala junto a la llovizna/ aumentando el gemido/ que, antes de amarte,/ no conoció esta boca abandonada”(Poema 40). Recorre toda la naturaleza que ofrece el cuerpo femenino, entregándose a él no siempre de la mejor manera…
“Algunas veces dices que te duele,
que no tengo control,
que soy torpe.
Y me insultas
y me condenas
y vuelves la mirada a la ventana,
mientras caen de ti lágrimas,
que a mí también me duelen, porque llegan como latigazos.”(Poema 20)
            Pero se entrega en definitiva; y al final de la noche y al comienzo del día, todo vuelve a su cotidiana realidad, mirando con nostalgia al final de toda esta aventura “la noche que tuvimos”.
Lo que leímos

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